Todo a la basura. Se jugó un partido bárbaro y lo tiramos todo a la basura. Se metió, se luchó, se intentó jugar cuando se pudo. La defensa amen de pequeños errores se la vio siempre atenta y resolutiva, estuvo infranqueable por arriba. La mitad de cancha prolija, atenta a la segunda jugada. Se cometieron pocos foules que pueden ser fatales en una cancha tan diminuta. Arriba lo de siempre, la guapeza de uno con el aporte goleador de otro.
Nos encontramos en desventaja y lo último que hicimos fue bajar la cabeza. Fuimos con todo a buscar el empate hasta que lo conseguimos. Pero no nos quedamos ahí, fuimos por más y con 9 jugadores nos pusimos 2 a 1. Pecamos de inocentes y un tipo llego al fondo metió un centro atrás, la defensa a contra pierna y la fuimos a buscar adentro. Parecía que nos pasaban por arriba, que nos ganaban. Pero no. Fuimos por más. Porque tenemos unos huevos gigantes y nos vimos a falta de nada otra vez en ventaja. Pero en 120 segundos tuvimos una regresión. Nos comportamos como nenes que recién hacen sus primeros pasos en el secundario. Dejamos de jugar, dejamos de meter y empezamos a hablar. Con los de adentro, con los de afuera, y con el que imparte justicia. Teníamos la posesión de la pelota en su campo y por hablar les dimos un tiro libre para que nos metan en nuestra área. Resolvimos la situación, disipamos el peligro, pero nuevamente por hablar les dimos un delicioso tiro libre en la media luna del área y de yapa nos quedamos con 8. Les regalamos el empate, nosotros destruimos el castillo que habíamos construido.
De esto tenemos que aprender. Es vital que nos hagamos fuertes. No tenemos tiempo para bajar los brazos. Se viene el puntero a casa y solo sirve ganar. Hay que estar concentrados, ser solidarios, hay que meter, luchar, jugar. A cada uno de nosotros nos rompe las pelotas jugar en la B. El ascenso depende pura y exclusivamente de nosotros. Nunca nadie nos regaló nada, no tenemos porque hacerles regalos a los otros.